Elaborado por: Guillermo Pérez La Rotta
En las dos primeras décadas del siglo XX Colombia desarrolló la industria nacional y se articuló con más énfasis al mercado internacional. Este proceso significó conflictos entre la naciente clase obrera y el empresariado, así como un dominio económico y político de los Estados Unidos sobre nuestro país, a través de la conspiración que terminó con la separación de Panamá, el inicio de la industria petrolera, y la explotación del banano en el departamento del Magdalena.
El historiador Mauricio Archila explica que ya a finales de la segunda década de ese siglo, se inició un ciclo de huelgas del sector transportador y de las manufacturas nacientes. Los obreros y obreras trabajaban en condiciones muy injustas, con sueldos bajos, largas jornadas de trabajo, y drásticos castigos. En consecuencia, la clase trabajadora empezó a gestar formas de defensa de su intereses, y de ese proceso surgió el Partido Socialista. El socialismo cosechó rápidamente seguidores y obligó al partido liberal a revisar su plataforma política, acogiendo ideas sociales.
Con el dinero que los Estados Unidos dieron a Colombia como indemnización por la separación de Panamá, el gobierno de Pedro Nel Ospina generó obras de infraestructura, como ferrocarriles, carreteras, cables aéreos, puertos, y el desarrollo parcial de la urbanización, con lo cual se consolidó un mercado interno que reforzó la industria cafetera, y al mismo tiempo la clase obrera creció. Pero también hubo una fuerte inflación y carestía a finales de la segunda década del siglo, por el atraso del agro en su respuesta escasa a la demanda de comida en las ciudades. La restringida democracia de la época excluía al pueblo llano de los derechos políticos y económicos, los pobres y las mujeres no podían votar, y las elites defendían con énfasis sus intereses. Estos conflictos gestaron una lucha contra el estado.
En ese panorama, surge el liderazgo de María Cano y su influencia en las ideas del partido liberal. Realizaremos una semblanza de este personaje, y para ello nos apoyamos en la película de Camila Loboguerrero, realizada en 1989, así como en las memorias de Ignacio Torres Giraldo, amigo de María Cano. El filme plasma la condición existencial de María Cano ante el mundo, que se proyecta como una solidaridad con el pueblo y un sentimiento femenino frente al machismo de la época. María Cano nació en 1887 y se educó en el colegio de su padre, don Rodolfo Cano, hermano del fundador del diario El Espectador, dentro de un ambiente de ideas liberales radicales. Conoció a los autores románticos que expresan un cristianismo social, como Víctor Hugo, con su novela Los Miserables, y también a escritores naturalistas que describen la realidad del proletariado en Europa, como Émile Zola, autor de la novela Germinal. Pero igualmente leyó a poetas latinoamericanas como Juana de Ibarbúru, Gabriela Mistral y Alfonsina Stórni, quienes afirmaron la poética del modernismo, evocando motivos románticos; estas mujeres influyeron en su sensibilidad y estilo poético, en el que afloraba un excesivo sentimiento, en una época en la que la mujer latinoamericana no era reconocida en sus posibilidades creadoras, pero que en contraste, expresaba bajo la propuesta libertaria de poetas como las mencionadas, un mundo interior reprimido por la cultura patriarcal.
Desde su formación cultural, María Cano descubrió el drama de las clases trabajadoras en Medellín. Según Ignacio Torres Giraldo, amigo de la gran mujer, el nombramiento de ella como “Flor del Trabajo” el primero de mayo de 1925, marcó el inicio de su labor como líder comprometida con las clases trabajadoras, y entonces ella organizó el periódico El Rebelde y participó en una junta sindical y política que recogió las demandas laborales de equidad. Una de sus actividades como “Flor del Trabajo”, fue su progresiva lucha en pro de la liberación de los presos políticos. Lo cual se convirtió en una oportunidad para confrontar la cara represiva del régimen conservador frente a las exigencias que hacían los líderes encarcelados. Igualmente, María y otros líderes como Luis Eduardo Mahecha y Torres Giraldo, denunciaron la alianza entre los gobiernos conservadores y los Estados Unidos, pues los intereses del país del norte para la explotación del petróleo y el banano, encontraron en esos gobiernos, comedidos servicios para una agresiva explotación muy favorable a las empresas norteamericanas.
El resultado de la actividad de María Cano como “Flor del Trabajo”, motivó su primera gira regional hacia la zona minera del nordeste antioqueño. Y luego, ante su popularidad creciente, le hacen la invitación de asistir al Tercer Congreso Obrero Nacional, evento de gran trascendencia ocurrido en 1926, por cuanto de allí surgió el Partido Socialista Revolucionario, y ella fue una de sus líderes. Es definitivo, para dar la dimensión del personaje, el esfuerzo persistente de su lucha en Medellín que motiva que María Cano llegue con una gran prestancia a ese congreso. Ese congreso le encomendó emprender una actividad de agitación por el Departamento de Antioquia, ya que anteriormente se habían comprobado sus dotes de oradora y agitadora social, como condiciones que serán igualmente decisivas hacia adelante en el desenvolvimiento de su vida durante los años veinte, y que definen el sentido de sus giras por diversas regiones del país.
El sentido de esas giras fue estratégico, por cuanto permite comprender que el país se encontraba en esa época en una confrontación generalizada entre los gobiernos y los movimientos sociales y políticos emergentes. En ese escenario María se solidariza con las luchas de los obreros petroleros y de los trabajadores de la zona bananera, y apoya en la huelga que terminó en la masacre perpetrada por el Estado colombiano. Luego de la masacre de las bananeras, muchos líderes progresistas son encarcelados, y el partido socialista sufre persecución y divisiones internas que decepcionan a María. Su vida toma otro rumbo, trabaja en la biblioteca departamental y su vida entra en una etapa de silencio, en el medio hostil de la sociedad conservadora de Medellín. Su digna soledad en la vejez, nos muestra una libertad interior y una lúcida conciencia que sabe que María Cano murió para el poder y para las masas que la siguieron en otro momento de su existencia, y así falleció en 1967.
La vivencia histórica que exhibe el filme realizado por Loboguerrero, nos permite acercarnos a la identidad del personaje, desde la religión católica. El amor vivido y expresado por María responde al imaginario cristiano, y se transforma bajo el prisma de principios revolucionarios socialistas. Ese amor estaría caracterizado por el reconocimiento de los desposeídos y de los trabajadores, tanto desde lo que significa una toma de conciencia por parte del proletariado y las masas urbanas, de sus derechos y libertades, como una lucha que tuvo signos de insurrección contra el estado.
Pero aquel reconocimiento es también el de María como mujer y ciudadana, pues durante los años de sus luchas políticas, había encontrado en la gente del pueblo una familia y unas vivencias que le permitieron realizar hasta cierto punto el amor que su espíritu consagraba desde mucho antes, como una expresión de su cristianismo. En la dirección de sustentar esta visión citamos algunos apartes de una charla ofrecida por María Cano en 1925, en el Barrio Santana de Medellín, con ocasión de la instalación de la Junta Obrera:
“Amigas, compañeros: Sois el surco ávido donde vierto la semilla, que es libertad, que es fraternidad. Nunca me cansaré de repetiros la palabra generadora de bien: Unión (…) No quiero encender odios sino que reclaméis, por el justo medio, lo que os pertenece. Por esto mi afán de organizaros para que seáis poderoso elemento necesario para el avance de la civilización. (…) Amigas, hermanas mías, quiero que en vuestras mentes y en vuestras almas se encienda este fuego sagrado que os tornará libres: la justicia. Quiero que, penetrándoos de la santa misión del amor, cerca al hombre, no os contentéis con el sacrificio, que es una fase de la resignación, sino que, valientemente, os unáis para la lucha de la conquista de la igualdad”.
La dialéctica del reconocimiento es realizada por María Cano a través de una filiación femenina, como quiera que es una mujer que respira emotividad a través de su vida intelectual. Desde nuestra lectura del filme de Loboguerrero, el mensaje humano de esta mujer está configurado en una doble dirección: por un lado, la apropiación del cristianismo con una visión social. Pero igualmente, el filme nos remite a una persona que realiza y vive un reconocimiento social fulgurante durante una etapa de su vida y luego decae para quedar recluida silenciosamente en su casa.
Finalmente, de cara a ese manejo del poder del viejo bipartidismo y la cultura conservadora, interesa resaltar aquel gesto interno y moderno del individuo que busca vivir con espontaneidad en sus valoraciones, que supone mirar con mil ojos el mundo y moverse espiritualmente a través de valores cambiantes y vitales. La búsqueda secreta de María Cano afirma esa espontaneidad, sobre todo en la visión de un sujeto femenino que osó ser él mismo, en una época donde la mujer respondía sobre todo, como María decía, a la tutela del cura o del padre de familia.