Revista Versetto

Creemos en el poder que tiene el arte para transformar el mundo con sus vidas, creemos que todas las historias merecen y necesitan ser escuchadas, el o la escritora (el o la que resiste) tiene ese gran poder y lo local debe tener igual valor que lo extranjero o lo clásico. Estamos trabajando para que de las redes se pueda rescatar algo y, nos sirvan para mostrar y revivir la escritura y la lectura de la agonía que atraviesan hoy.

LAS DEMANDAS MULTICULTURALES DE HOY

Elaborado por: Guillermo Pérez La Rotta

Hace un tiempo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, solicitó al Rey de España y al Vaticano que pidieran disculpas a México por lo que ocurrió luego de la llegada de Hernán Cortés a Mesoamérica. Pero, quizás tenga razón el escritor Mario Vargas Llosa cuando dice que el reclamo se lo debió mandar él mismo, y por extensión a los gobernantes de México. Porque el tema de la marginación de los indígenas también pertenece a doscientos años de hegemonía de criollos en el poder, que no han sido capaces de integrarlos con dignidad y respeto, al igual que las negritudes.

Y la cuestión que salta a la vista es que un sector de esas élites son herederas de las “haciendas” de la Colonia que luego, en toda la América, se volvieron los “latifundios”- hasta hoy-, y aquello sigue patente a pesar de la Revolución Mexicana que expulsó al dictador Porfirio Díaz, opresor de indios y campesinos.

Respecto a nuestro contexto, en Colombia se frustró en el Siglo XX una reforma agraria, cuestión que hoy se vuelve más exigente ante los desafíos del cambio climático que reclama racionalizar la distribución y producción de la tierra.

En otras palabras, las élites latinoamericanas tienen una herencia española en su mentalidad, pues promovieron en el siglo XIX la articulación económica con el mundo (como el café en Colombia), pero mantuvieron la gran propiedad y la opresión del indio y del “hombre natural”, como decía José Martí. Y la llevaron a extremos bajo la idea del liberalismo del siglo XIX. Y entonces en Colombia se dio la liberación de tierras de manos muertas, es decir, en manos de la Iglesia Católica, y con ello se generó la total comercialización de la tierra, y con ello el arrinconamiento mayor de los indios, que en la Colonia por lo menos tenían la institución del Resguardo, aunque trabajaban como siervos para los señores.

Esa perpetuación de la injusticia y la infamia quedó caracterizada en el Perú, y se narra magistralmente y con conmovedora belleza a través de la literatura de José María Arguedas.

Si bien, ahora pasamos por otros tiempos donde los indios de todas las latitudes confrontan a los gobiernos, exigiendo sus derechos y reafirmando sus culturas, tal y como acaba de ocurrir en el Ecuador, cuando el gobierno subió el precio de la gasolina y enfrentó en respuesta un paro que implicó frenar en seco sus pretensiones.

Según algunos, pedir disculpas puede ser algo anacrónico. Los acontecimientos ocurrieron hace cientos o miles de años. Entonces, para qué disculparse, si aquellos que cometieron crímenes u opresiones ya no existen, ni sus víctimas, ni esos imperios antiguos. Los judíos no deberían disculparse por la muerte de Cristo, dijo el expresidente de México Vicente Fox, haciendo burla de López Obrador. Y valga este comentario para recordar que la cultura monocrática cristiana, con su teología excluyente que dice: “nosotros tenemos la verdad” -y con la espada de su lado- procuró exterminar toda creencia distinta, llamándola extirpación de idolatrías. Allí sí que hubo una suerte de extirpación relativa de la cultura religiosa de los nativos de este continente y, sobre todo, bajo la intolerancia y la inquisición en todos los rincones de América.

Bastante sangre se derramó desde la cruzada cristiana en América, muy a pesar del padre de las Casas, de Bernardino de Sahagún y Pedro Claver, y a pesar de la protección relativa jurídica de los reyes y del papado sobre los indios; en cambio, en virtud de la ideología de Ginés de Sepúlveda y de Torquemada, hasta llegar a Monseñor Builes y los terratenientes de Popayán (o la pedagogía del exprocurador Ordóñez que hace unos 60 años quemaba libros), hubo un sometimiento bárbaro del indio, y por eso todo el siglo XVIII fue un siglo de rebeliones indígenas contra el imperio español, proceso que terminó en el alzamiento y martirio de Túpac Amaru.

Entonces, el tiempo lejano podría ser expurgado para ver cuál puede ser el sentido de pedir disculpas. El Papa Francisco pidió disculpas en un reciente viaje a Bolivia por la tarea tan contradictoria de la Iglesia Católica en su evangelización en América. Y hace solo unos días volvió a disculparse por el mal que tantos cristianos hicieron a los indígenas y la asimilación forzada hacia las creencias católicas. Todos los curas en las parroquias de América deberían hacer lo mismo que él. Y tendrían que hacer un diálogo intercultural con otras creencias y mitos, más allá de la supuesta verdad revelada. Resaltamos a propósito de esta historia de sometimiento del indígena la palabra “contradicción”, pues la civilización parece ir siempre de la mano con la barbarie, como lo dijo el filósofo Walter Benjamín, y como lo proyectó ideológicamente,-con ingenuidad y verdad a la vez-, el argentino Domingo Faustino Sarmiento, que admiraba solo a la Europa como factor de civilización y pensaba que el campesino o indio de la provincia era un bárbaro; mientras sus amigos de las élites argentinas emprendían la conquista del desierto matando indios, de la misma forma que los hombres blancos en Norteamérica, por la conquista del oeste durante el siglo XIX.

Entonces, el tiempo cercano se puede aproximar de muchas maneras con el tiempo lejano, para intentar hacer los cortes y el discernimiento sobre la larga duración histórica. Y ese balance es esencialmente ético. Ahora bien, aparentemente el balance es más fácil con lo cercano, pues aún las heridas siguen abiertas. El estado estadounidense pidió perdón a los afroamericanos por la tragedia de la esclavitud, pero eso de la esclavitud venía de Europa y sus potencias, del capitalismo inglés en desarrollo, luego del “descubrimiento” de América por Cristóbal Colón. O sea, venía de muy atrás.

Entonces, se puede afirmar que todavía hoy la nación del norte, que se mira a sí misma como una democracia, se debate con el horror del racismo y la discriminación. Y allí viven hombres con poder, dispuestos a levantar muros para que la “gentecita mala y miserable” del sur no entre a su país de mujeres blancas y rubias.

A propósito, el Estado alemán pidió perdón a los judíos por el holocausto de los campos de concentración. Pero hoy existe gente que niega ese holocausto. Por eso la historia debe ser cultivada siempre con ese valor ético y emancipativo por la verdad. Y el exterminio de los judíos venía de muy atrás, en diferentes fases históricas que sirvieron para el establecimiento de la visión católica del mundo y su relación con el poder. Recordemos que la España Católica expulsó a judíos y moros de la península, en el preciso momento en que llegó a nuestra Abya Yala. A su vez, el estado Israelí debería pedir perdón ya, aunque eso es utopía, a los palestinos, por lo que hacen hoy en esa tierra con la ayuda de los Estados Unidos. Y Turquía debería pedir perdón a los armenios, por el genocidio de su pueblo a principios del siglo XX. Y China debería devolver el territorio a los tibetanos y pedir perdón y respetar a los uigures musulmanes.

Hace poco Bolsonaro, el presidente de Brasil, celebraba el surgimiento en 1964 de la dictadura militar en Brasil. Y reclamó que en esa época los militares deberían haber matado a muchos que solo detuvieron y torturaron. Y ha promovido una legislación laxa para que se tumbe el bosque amazónico, en su lucha fascista contra  la tierra y contra las comunidades indígenas. A ese señor le podrían endilgar otra vez estas palabras: “¡Viva la muerte!”…como decía un general franquista. Cosas de la historia, y del populismo de todas las pelambres. El populismo de la extrema derecha de la España de hoy dice que España solo trajo civilización a América; sí, nos dejó un legado, entre muchas cosas buenas, como la lengua castellana, pero casi exterminaron las lenguas nativas, prohibidas por España en algunos momentos de terror. Y nos dejó un legado tremendo: ser países que no cultivan mucho la ciencia, por ende, nos coloca de últimos en el mundo globalizado de hoy.

Al respecto, en Colombia el cultivo de la ciencia sigue siendo algo más o menos exótico. Y a propósito de la madre patria, sería bueno que nos devolvieran el tesoro Quimbaya, creado por artistas ancestrales que fueron combatidos por España, y que un presidente colombiano de apellido Holguín tuvo la osada sabiduría de regalarles, a finales del siglo XIX.

En todo caso, yo admiro la cultura y a muchos seres de España: El Quijote, el flamenco y sus raíces árabes, el teatro de García Lorca, las luces de bohemia de Valle Inclán, la narrativa realista de Pérez Galdós, los cuentos de Ana María Matute, el arte de la Alhambra, la ilustración islámica de Córdoba y Toledo, el mediterráneo de Serrat, el cine de Buñuel, el surrealismo de Dalí, el cubismo de Picasso, el genio de Velásquez y Goya, el museo de El Prado, la música De Falla, Albéniz y Tárrega, los versos de Luis Cernuda, el canto de Paco Ibáñez, la belleza de Sarita Montiel, las voces de Marisol y de Paloma San Basilio, entre muchas otras personas y realidades culturales de la España.

Finalmente, concluimos con cuatro reflexiones:  primero, que es bueno pedir disculpas cuando salen del corazón y buscan la reconciliación, desde la verdad de lo horrendo. Hoy en Colombia muchos deberían pedir perdón. Las heridas siguen aún abiertas. Y algunos quisieran cerrar toda posibilidad de memoria auténtica y múltiple sobre el conflicto colombiano. Por eso continúan negando el reciente informe de la Comisión de la Verdad.

En segundo lugar, pensamos que la civilización avanza de forma incierta y bajo nuestra perplejidad, mientras intentamos pensarla. Hemos ascendido a las esferas más altas de la moral, la espiritualidad, el arte y la ciencia, pero todo eso es relativo; tenemos bombas mortíferas y hombres más o menos dispuestos a utilizarlas, hombres cínicos que se alían con la Iglesia Ortodoxa Rusa, para hacer nacionalismo populista y conquistar a sangre y fuego territorios. El mal triunfa en muchos rincones. Y queda el bien en los pueblos y las gentes que se levantan todos los días para luchar por el pan, en todas las latitudes planetarias.

Por eso hay que decir, en tercer lugar y con cierto optimismo pesimista que, de acuerdo con Benjamín, seguimos contemplando el Angelus Novus del pintor Klee, con los ojos desmesuradamente abiertos por el terror que contemplan, y con el estupor ante el avance incontenible de la historia que amontona escombro sobre escombro y muerto sobre muerto. Esos muertos deben ser recordados y resarcidos, debemos hacerles el homenaje, porque muchos murieron por nosotros, como el cura Hidalgo o Ricaurte en San Mateo. Otros, eran simples inocentes, como las víctimas de los mal llamados “falsos positivos” en Colombia, o las víctimas de Bojayá, hace 20 años.

Así pues, en cuarto lugar, todo lo que decimos se proyecta hoy en un horizonte de esperanza cuando advertimos que fueron nombrados por el nuevo gobierno colombiano líderes indígenas en importantes cargos, y tenemos una vicepresidenta de origen afro. En últimas, hacemos votos porque una paz íntegra y duradera se vuelva realidad en Colombia.