Revista Versetto

Creemos en el poder que tiene el arte para transformar el mundo con sus vidas, creemos que todas las historias merecen y necesitan ser escuchadas, el o la escritora (el o la que resiste) tiene ese gran poder y lo local debe tener igual valor que lo extranjero o lo clásico. Estamos trabajando para que de las redes se pueda rescatar algo y, nos sirvan para mostrar y revivir la escritura y la lectura de la agonía que atraviesan hoy.

EL VALOR DE LA EDUCACIÓN

Elaborado por: Andrés García

Lo primero que hay que dejar absolutamente claro es que la educación no se puede valorar por su aporte a la movilidad social, hacerlo implica rebajarla a un medio puramente de crecimiento económico individual, pues la movilidad social es precisamente esto: mejorar las condiciones socio-económicas de los individuos en las sociedades capitalistas. Ahora bien, no estoy negando que la educación sea una herramienta para contar con mayores facilidades para dicha movilidad social; lo que sí afirmo es que si se toma la educación solamente desde esta perspectiva el daño social es sumamente alto, porque se despoja a la educación de su verdadero objetivo y al hacerlo se condena a toda la humanidad a no ser formados, es decir, a no alcanzar el objetivo de la educación.

Cuando se toma la educación como el principal factor de la movilidad social se desnaturaliza su principal objetivo que es la humanidad misma y se transmuta por las necesidades del sistema económico, y esto fue precisamente lo que le pasó a la educación a partir de mediados del siglo XX, una educación que se centró en las necesidades del mercado y dejó a un lado las necesidades humanas necesarias para hacer frente a un modelo económico-social como el capitalismo y su nueva variante: el neoliberalismo. Como es bien sabido por todos, el capitalismo es como un hoyo negro que se va tragando todo lo que existe y lo transmuta en beneficio de sus propias necesidades y eso es precisamente lo que ha hecho con la educación, la desnaturalizó y la convirtió en uno de sus pilares.

La naturaleza de la educación es formación de la humanidad por la humanidad misma sin ningún otro sesgo económico o político. Ahora bien, este objetivo de la humanidad por la humanidad misma es ya, por supuesto, político, porque es ella misma el fundamento de nuestro ser político, en otras palabras, somos políticos o seres capaces de vivir en sociedad gracias a la educación. El otro gran objetivo de la educación es el de potenciar en su máxima expresión todas las habilidades humanas de cada uno de los individuos. Ahora bien, ¿cómo unir dos objetivos que parecen irreconciliables? Pues por un lado tenemos la potenciación de las habilidades individuales y por otro el vivir en comunidad. ¿Cómo hacer que individuos tan disímiles y con potencialidades tan diferentes puedan vivir en comunidad construyendo precisamente desde esa diferencia sin agredirse ni eliminarse? Hacer que esto sea posible es el objetivo de la educación.

La educación debe girar en torno a esta cuestión ¿cómo potenciar las habilidades de todos los individuos y que a su vez puedan vivir en sociedad creando desde la diferencia? O una de sus variantes ¿cómo vivir como un solo cuerpo político sin perder cada uno su propia individualidad, eso que lo hace único? Si nos fijamos bien, esta última variante es la que ha sido utilizada por la propaganda estadounidense en su guerra contra el comunismo: la libertad individual es la prioridad del capitalismo, y así el capitalismo se erigió como el protector de la libertad individual, en contraposición a un comunismo homogeneizador. Esto ha sido extremadamente dañino para la educación, porque se le quitó su punto central en la historia de la humanidad y en dicho lugar se colocó el capitalismo como la salvaguarda de las libertades humanas; el problema es que dichas libertades son incompletas porque son egoístas, no tienen en cuenta al otro, en este sistema capitalista es un extraño, es un competidor, otro al que tengo que vencer, eliminar, en cualquier caso, otro con el que no puedo construir.

El capitalismo ha convertido la educación en un campo de batalla, en una actividad de permanente lucha, en una propedéutica para enfrentarse a la lucha definitiva que se llevará a cabo en la vida adulta. Y así nos van formando desde muy pequeños a aprender cosas que no nos gustan y que además tampoco resultan muy útiles en la vida cotidiana, como, por ejemplo: la tabla periódica, la potenciación, ecuaciones de primer y segundo orden, las capitales del mundo, los ríos de los principales países. Me he preguntado más de una vez -incluyendo esta- la razón por la que en la escuela se enseñan todas estas áreas de conocimiento tan específicas, indispensables obviamente para un determinado saber. Pero es que la escuela no tiene como objetivo formar para un determinado saber como la química, la matemática, la geografía, o cualquier otra, no. El objetivo de la educación debe ser hacernos parte de la humanidad, no prepararnos para hacer parte de un determinado gremio laboral.

No estoy diciendo que no se deba enseñar química, ni matemáticas, ni geografía, por supuesto que hay que enseñarlas, pero de una forma compleja en la que -como en la vida- todo se entrelaza, donde toda enseñanza tenga inmediato sentido y aplicación. Por ejemplo: la química es esencial para comprender nuestros procesos alimenticios y, por supuesto, digestivos; la física para entender las fuerzas básicas que rigen la vida en el planeta como la inercia, la gravedad entre otras; las matemáticas para comprender las proporciones en las que compartimentamos nuestra vida. Sin embargo, encontramos que en la escuela se le presenta a los estudiantes una cantidad de información totalmente descontextualizada de su cotidianidad que no resulta nada más que en una perdida de tiempo y cansancio para una mente que pasa de estar ávida de conocimiento en una hartura de información sin sentido. 

Pareciera que para el capitalismo el cansancio es también una apuesta. Y eso es lo que pasa con nuestros estudiantes, están cansados de tanta información sin sentido, y de tanto dejar de lado lo que realmente es importante, lo vital. Y es precisamente en lo vital en lo que debería centrarse la escuela, en lo que ella es: un centro social en donde se forman sujetos diferentes capaces de crear entre todos a partir, precisamente de dichas diferencias. Pero la escuela no crea, y no lo hace porque no se educa para la creación, sino para la continuación, y es justo esto lo que busca el capitalismo, formar -paradójicamente- en contra de lo que él mismo había propuesto, pues la escuela no forma para la libertad, sino precisamente para incorporar más engranajes en el sistema. De hecho, los estudiantes salen cansados, sin ningún objetivo más que entrar a hacer parte del sistema y consumir.

La educación debe promover la creatividad, y esta sólo es posible si antes se presentan dos aspectos fundamentales: la libertad y la crítica, que no son más que dos caras de una misma moneda. Cuando hablo de libertad me refiero a la potencialización de las habilidades de los estudiantes, por una parte, y al manejo de sus emociones, por otra, que permitirá que puedan construir a partir de sus diferencias. Aprender a manejar las emociones les permitirá acercarse más unos a otros y establecer relaciones no egoístas y por lo tanto constructivas. La crítica, por otra parte, quiere decir poder reflexionar atentamente sobre nuestros deseos, sobre nuestras formas de ver el mundo, sobre nuestros gustos, sobre cómo creemos que deben de ser las cosas, comprender que el mundo no gira en torno nuestro, sino que es una construcción entre todos. La crítica implica aceptar que no tengo razón, que mi idea puede que no sea la mejor, sin que eso implique una subvaloración de la persona. La crítica implica un deseo profundo de construcción por encima de mi ego.

La educación desde esta perspectiva no podría concebirse bajo ningún criterio de competencia, primero porque la competencia es un mecanismo para medir mínimos, y esta educación estaría muy por encima de dichos estándares, y segundo, porque se convertirían en una talanquera a la creatividad y cooperación de los estudiantes, pues, así como vivimos en sociedad también aprendemos en comunidad, es la forma más natural. Y competir por unos premios en lugar de mejorar el proceso educativo, lo que hace es destruir el proceso cooperativo de la formación.

La educación debe girar en torno al diálogo, a la escucha del otro, a la comprensión del otro, entender que el mundo no es una cosa ya hecha sino algo que está en continua creación, pero antes de poder entrar a crear hay que comprender cuáles son los criterios bajo los que se presenta dicha creación, tenemos que conocer los códigos con los que se puede llevar a cabo dicha creación. Y que dicha creación no es el producto de un genio, sino que es producto que un esfuerzo mancomunado a veces de décadas o más que salen a la luz fortuitamente en el pensamiento de un hombre. Sin caer en cuenta que este hombre estaba subido en hombros de gigantes como bien lo afirmó Newton sobre sus propios descubrimientos. Y es justamente en esto donde radica el valor de la educación: en liberar nuestras potencialidades, y reconocernos como gigantes creadores de mundos.