Elaborado por: Andrés García
Desde hace mucho tiempo se está pidiendo un cambio en la escuela colombiana, un cambio que vaya acorde con los cambios estructurales que necesita el país, un cambio que logre formar ciudadanos críticos en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, la escuela colombiana sigue anclada en una formación basada en la adquisición de información mal asimilada que no resulta para nada pertinente para los estudiantes, y en una forma de fosilización de los profesores que al no tener más que repetir lo de siempre van matando lo que en algún momento los llenaba de vida.
La escuela es el lugar por excelencia del conocimiento, pero éste no se puede confundir con una mera información, no. El conocimiento no se transmite cómo se transmite el contenido de un envase lleno a otro vacío, pues si fuera así entonces el que transmite el conocimiento porque lo tiene quedaría vacío, sin embargo, no es así. El conocimiento no es una posesión, no es una cosa que se pueda poseer, no es una información que se recuerda, es más bien la capacidad que se desarrolla para interactuar con el mundo a partir de la información poca o mucha con que se cuenta.
Desde esta perspectiva, el objetivo de la escuela no debe de ser la acumulación de información sino más bien el desarrollo de las capacidades para saber utilizar la información que está a disposición. Incluso, la capacidad de dudar de la veracidad o no de dicha información es un signo de alta inteligencia; ahora bien, no toda duda es razonable, así como no toda pregunta es filosófica. Antes de proseguir es importante develar ambas cuestiones, pues tanto la duda razonable como la pregunta filosófica son las dos caras de la moneda crítica.
La duda razonable es aquella puesta en cuestión que cae dentro del ámbito de lo posible y que además es probable. Lo razonable se distingue de lo racional en cuanto que lo racional no da cabida a una alternativa diferente, es decir que estamos hablando que el ámbito de lo racional es lo necesario, por lo tanto, no entra en el ámbito de lo posible; mientras que lo razonable está por fuera de la esfera de la necesidad y por lo mismo, entra en el ámbito de lo posible. Ahora bien, dentro de la esfera de lo posible se encuentra lo probable o improbable, y todo un horizonte de posibilidades entre ambos extremos, es decir, que un evento puede ser poco o muy probable, y dependiendo de esta probabilidad la duda se tornará razonable o no.
Por lo que tiene que ver con la pregunta filosófica, no toda pregunta es filosófica. Preguntar si hay mermelada o dónde está la mantequilla no tiene nada de filosófico. Tampoco lo es de qué está hecha la mantequilla, que resulta ser una pregunta de carácter científico mas no filosófico; la diferencia que hay entre ambas preguntas estriba en que la pregunta ¿de qué está hecha la mantequilla? Está indagando por la materia prima de la mantequilla, pero no está cuestionando el ser de la mantequilla, sino que lo está dando por sentado. La pregunta filosófica es aquella que pone en cuestión todos los soportes de la realidad como el ser de la mantequilla, así se podría preguntar si la mantequilla se puede encontrar en la naturaleza sin mediación del hombre, más o menos como si pudiéramos encontrar miel sin la mediación de las abejas. Esto nos lleva a concluir que tanto la mantequilla como la miel no son cosas en sí mismas, sino que son el producto de un trabajo, ha habido un proceso por el cual se ha transformado algo en otra cosa, y que por lo tanto lo que es la mantequilla o la miel, no está radica en ellas mismas sino en otra cosa. Y así inicia la pregunta por el ser de las cosas.
Cuando tenemos estos dos ámbitos claros: el de la duda razonable y el de la pregunta ya sea científica o filosófica, podemos iniciar fácilmente nuestro camino hacía el pensamiento crítico o reflexivo, que para el caso actual son equivalentes. Hasta está quedando claro que el principal objetivo de la escuela es la formación de seres reflexivos que antes de aceptar cualquier información como cierta la van a pasar por el filtro de la reflexión. En este contexto escolar el primer expulsado es la voz de la autoridad, no se puede incentivar al estudiante a que acepte algún precepto por el mero hecho de que es expuesto por alguna autoridad. Debe de quedar claro que el pensamiento crítico o reflexivo está en la antípoda del pensamiento autoritario.
Ahora bien, un quehacer pedagógico enfocado desde la actitud reflexiva y promoviendo la aptitud reflexiva, no puede estar centrado en la acumulación de información de ningún tipo. Pues lo que se busca es que el estudiante afine su aptitud reflexiva y siempre esté en actitud crítica; para alcanzar esto, es necesario que los profesores dejen su lugar de saber, de poder y entren en una relación horizontal con los estudiantes. La actitud de los profesores debe de ser de diálogo, de discusión, de encontrar los mejores argumentos tanto para ayudar a clarificar los temas a sus estudiantes, así como fomentar la construcción de dichos argumentos en sus estudiantes, para esto último es indispensable que el profesor escuche muy bien a sus estudiantes y los interpele con preguntas que los lleven a pensar cómo deconstruir el problema.
Muchos dirán que este modelo convertiría a la escuela en un campo de combate en el que se deja en igualdad de condiciones a los profesores con los estudiantes. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es transformar la escuela de un campo de combate a un espacio de indagación, de investigación, de construcción de saberes. Por otra parte, por supuesto el rol de los profesores tiene que ser totalmente diferente, ya no se pueden sustentar en sus posiciones de poder, tienen que activar sus actitudes y aptitudes reflexivas para ir llevando a sus estudiantes por el camino del pensamiento crítico.
Desde esta perspectiva, los profesores ya no se encontrarán en un lugar cómodo, ni seguro, ni en posesión de la verdad ni del conocimiento, no. El profesor será un indagador fundante que, como Sócrates, vaya llevando cuestionando todo no con el fin de destruirlo sino con el fin de comprenderlo; porque no hay otra forma de acceder al conocimiento más que desarrollándolo, construyéndolo, haciéndolo propio.