Revista Versetto

Creemos en el poder que tiene el arte para transformar el mundo con sus vidas, creemos que todas las historias merecen y necesitan ser escuchadas, el o la escritora (el o la que resiste) tiene ese gran poder y lo local debe tener igual valor que lo extranjero o lo clásico. Estamos trabajando para que de las redes se pueda rescatar algo y, nos sirvan para mostrar y revivir la escritura y la lectura de la agonía que atraviesan hoy.

EL OLVIDO QUE SEREMOS

Elaborado por: Guillermo Pérez La Rotta

El filme dirigido por Fernando Trueba (2020. Premio Goya) nos muestra una Medellín de los años setenta bajo una calidez de color. Y desde una fotografía que retrata la plenitud de una familia feliz, en fuerte contraste con segmentos oscuros y tristes del relato, los cuales aparecen en blanco y negro, contribuyendo a transmitir atmósferas trágicas y documentales de la narración.

La historia alcanza a dar una forma narrativa de plenitud a la vida familiar de Héctor y Cecilia, su esposa, en la tarea de formar a sus cinco hijas y a su único varón, quien luego se convertirá en el escritor que es hoy. Plenitud cálida desplegada en la amplia casa con sus comodidades y la cultura que exhala desde la pulcra apropiación humana (biblioteca, tocadiscos, cuentos, vacuna, guitarra, casco protector para la cicla). Resalta la escena del niño Héctor rompiendo con su amigo la ventana de una familia judía vecina, y la reprensión de su padre, y ello se proyecta hacia el final de la historia, pues el niño de la cauchera que rompió antaño el vidrio, ahora como periodista advierte al médico sobre la amenaza de muerte. La historia nos transmite los valores de los padres en un medio conservador, tanto por la preeminencia de la visión católica del mundo, como por la concepción liberal y democrática del mundo, propia del médico, así como en la caracterización de Cecilia como una madre tradicional, que en todo caso se abre a la posibilidad de trabajar, y confronta con delicadeza la entrega idealista de su marido a la causa humanista y médica, en detrimento de la estabilidad económica del hogar.

Es importante ese contraste entre un mundo conservador, regido por la iglesia católica y las ideas liberales del médico, debate que es atravesado progresivamente, aunque no con suficiente fuerza dramática, por la intolerancia y violencia que van rompiendo la armonía de ese hogar, hasta conectar con la parte del relato retratada en blanco y negro, donde se precipita la tragedia de la familia, y con ello, la de Antioquia. Quizás faltó dar más énfasis dramático a las oposiciones que  enfrentó Héctor Abad, así como ofrecer un relieve mayor de sus realizaciones médicas. Pero aun así, se alcanza a percibir el drama de Colombia durante los años 80 del siglo XX, de una nación desgarrada por la barbarie generada por agentes del estado, paramilitares, y guerrilla. Y esto se abre como una tarea del lector del filme, que ha de llenar con nuevos datos el centro de la narración: la parábola del médico y de su hijo, y con ellos, de la desgracia familiar. De esta manera, quizás se pueda interpretar el filme como un símbolo de la destrucción de un mundo que venía de una polaridad entre conservadores adictos a la iglesia y su moral  (y esto es encarnado en la monja que ayuda a cuidar a los niños, y en la función breve del arzobispo tío de Cecilia), y un liberalismo que defiende los derechos humanos y el papel de la ciencia como forma de progreso y humanismo (encarnado en la figura del médico). Contradicciones que pudieran haberse salvado relativamente, bajo un ideal de modernidad que nunca llegó a realizarse en Colombia y en cambio hizo metástasis, desde la economía del narcotráfico, y de las contradicciones económicas y sociales que anteriormente los partidos políticos tradicionales no fueron capaces de resolver.

Contradicciones que Abad procuró matizar bajo su pensamiento y acción, signados por la tolerancia y la idea de progreso científico, pues desempeñó un papel importante para crear realidades de salud pública. Y había participado en política como representante a la cámara, y al momento de su muerte ocurrida en 1987, era candidato a la alcaldía de Medellín. Igualmente, había escrito obras como “Caracterización del desarrollo científico en Colombia y su relación con la salud pública” (1986), “Manual de poliatría, el proceso de los problemas colombianos” (1971) y “Manual de tolerancia”. (Publicado luego de su muerte).

Pero las contradicciones anteriores, en realidad formaron una hecatombe que nada pudo detener: la violencia de los años 80 del siglo XX. Y con  ello, el sacrificio de miles de hombres, de todas las vertientes ideológicas, pero especialmente de hombres íntegros y buenos como Héctor  Abad Gómez. El médico había fundado el Comité de Defensa de los Derechos Humanos en Antioquia, y en aquel momento ocurría el exterminio de la Unión Patriótica. Abad denunció la violencia que venía desde todos los flancos. Y aparece en el filme bajo una seguridad ingenua en su fuero interno, que contrasta con la preocupación de su esposa y sus hijos. Finalmente es asesinado a manos de unos sicarios, y con él muere también su estudiante Leonardo Betancur. La Fiscalía de la nación declaró en el año 2014 el asesinato del médico como crimen de lesa humanidad, indicando que obedeció a un plan conjunto de paramilitares y narcotraficantes. El cine está en mora de realizar muchos relatos sobre hombres y mujeres del pasado cercano y remoto, que nos ayuden a comprender a nuestro país junto con las ciencias sociales.