Elaborado por: Andy Aprendiere
Estar con él era una droga en su totalidad, era mejor que el vino, era una droga que me llenaba de adentro hacia afuera, podía sentir como se desbordaba y llenaba mi mundo de felicidad; aquella droga eran sus labios, el calor de sus brazos y sus ojos que me hacían perderme en la inmensidad de esa oscuridad, con un brillo que era para mí una puerta al final del túnel. Mirarlo era como tomar un dulce veneno, me mataba lentamente, pero era horriblemente delicioso, estar con él me hacía perderme, como si nada hubiese existido antes de este momento y no hubiera nada después, eso era él para mí; era el café que me mantenía despierto en las noches, su simple aroma impregnaba mi alma de una pasión incontrolable, pasión que se veía opacada únicamente por la sensación de su cuerpo, cada vez que me hundía en mis pensamientos lo veía junto a mí, flotando en la inmensidad de la nada, tan libres como si el mundo desapareciera. Pensar en ello animaba mis días, simplemente soñarlo hacia que volara por encima de mis problemas, él era nada más y nada menos que la droga perfecta, me hacía tener pensamientos que jamás habría creído, llenaba el vacío del universo con su simple presencia pero corrompía mi cuerpo y mi alma, hasta que mi mente se perdía, eso era él, mi droga.