Revista Versetto

Creemos en el poder que tiene el arte para transformar el mundo con sus vidas, creemos que todas las historias merecen y necesitan ser escuchadas, el o la escritora (el o la que resiste) tiene ese gran poder y lo local debe tener igual valor que lo extranjero o lo clásico. Estamos trabajando para que de las redes se pueda rescatar algo y, nos sirvan para mostrar y revivir la escritura y la lectura de la agonía que atraviesan hoy.

Elaborado por: Yonatan Polindara Moncayo

Ahora entiendo de donde vienen los persistentes murmullos que han fastidiado acuciosamente mis oídos… el diablo me ha encontrado y ahora se me presenta:

—Hombre dime qué amas más: ¿quizá las mujeres que venden su amor, el vino, o las drogas? —preguntó.

No tengo deseos por la carne, ni por las alucinaciones que regala el vino o las drogas.  

— ¿Qué me dices de las fiestas, de los bares, de la vida bohemia?— insistió. 

No soporto esos lugares, esas aglomeraciones de gentuza que finge alegría; es decir no soporto a los humanos.

— ¿Amas la muerte?— preguntó de nuevo un poco incómodo.

Con gusto la amaría, la besaría pero mi orgullo no me permite amar dos cosas a la vez. 

—Discúlpame humano ¿tú amas el dinero, el positivo reconocimiento y él poder absoluto? — preguntó señalándome con la mirada.

—Odio tanto esas tres cosas como tú odias el cantar del gallo; es como si debieras lavar y perfumar los pies a Dios. Es una ofensa para mí. 

— ¿Qué amas entonces? dime que deseas y lo tendrás —dijo con ademan de grandeza. 

Señor Diablo has llegado tarde, te has distraído en el camino de la vida.   

—extraño hombre ¿Qué amas entonces? —continuó.

—Amo su risa, los frunces en su alegría, su melodía, sus ojos, su rostro; allá donde está la belleza esta mi alma… consíguela —inquirí con rabia.

—¿Dime como se llama?… te la daré. —  propuso inseguro

— se llama alegría—. Respondí con un gesto que oscilaba entre el júbilo y la melancolía.